Algún día la humanidad será
juzgada
por haber encerrado a los
primates en zoológicos.
Jordi Sabater Pi, Etiologo y primatólogo
español.
Los dos
visitantes descendieron lentamente por las escalinatas de piedra, deteniéndose
frente a la enorme placa de vidrio, dispuestos a observar aquellas extrañas
criaturas que retozaban en la pradera que se hallaba al otro lado del panel.
Había mucha paz y tranquilidad en ese lugar.
Del otro lado del cristal podía divisarse el gran paraje que constituía ese
sector del parque: un enorme espacio verde, cubierto de hierbas y arbustos; a
la derecha había un pequeño lago de aguas claras, rodeado por un par de macizos
montículos de roca; a la izquierda, varias hileras de árboles y unos cuantos
troncos caídos.
El silencio característico de la naturaleza
en estado salvaje envolvía a los dos visitantes, que observaban con una mezcla
de extrañeza y fascinación cada pequeña reacción de la pareja de seres en
cautiverio. Los miraban como tratando de desentrañar el secreto de su
misterioso origen, de su sorprendente existencia. Hasta que el pequeño giró
hacia un lado y le habló a su acompañante:
-Dime, papá, ¿alguna vez habías visto
animales tan raros como estos?
-No, realmente no, hijo. En alguna ocasión
vi un dibujo de ellos en un libro, en mis épocas de estudiante, pero nunca tuve
la oportunidad de contemplar un espécimen real.
-¿Te has dado cuenta cuán diferentes son a
nosotros?
-Es verdad, no nos parecemos mucho: es otra
su anatomía, sus hábitos, su desplazamiento...
-Si, pero el macho y la hembra tampoco son
exactamente iguales entre sí: él tiene mucho más pelaje en todo el cuerpo, pero
ella es de talla más pequeña.
-Creo que te has interesado mucho en estas
criaturas... Me alegra haberte traído, fue una buena idea.
-¿Viste sus movimientos, la forma en que
caminan? No se parecen en nada a los demás mamíferos que vimos en las otras
áreas. Estos son como... más raros.
-Bueno, hijo, lo que pasa es que estos no
son cuadrúpedos. El hecho de que estas bestias se apoyen en sus patas traseras
de seguro es lo que más llama tu atención.
-No, lo que me da mucha impresión es su
piel. Es extraña, membranosa, sobre todo en los lugares en los que no tienen
pelo. Es realmente... asquerosa. Pero aún así, parecen tan frágiles.
-Eso es lo bueno de venir a sitios como
este, hijo. Te permite darte cuenta de que no somos los únicos seres en el
mundo. Hay millones de especies y razas diferentes, con un universo de
posibilidades. Y estos, justamente, son de los más exóticos que se pueden
llegar a ver, porque viven muy lejos de aquí. Somos afortunados por poder
contemplarlos.
-¿Qué comerán?
-Aquí el cartel de información dice que se
alimentan prácticamente de todo: hierbas, fruta, carne... De todo a excepción
de otros de su misma especie. Al parecer, esa es una costumbre que sólo algunas
razas muy salvajes practican. Pero estos no.
-¡Mira, papá, nos están observando desde lo
lejos! ¿Qué pensarán de nosotros, si es que piensan?
-Creo que nos tienen miedo. No es para
menos: nosotros somos los que los sacamos de su hábitat natural para traerlos a
esta reserva y poder admirarlos tranquilamente.
-¿Se comunicarán entre ellos? Me pareció que
después de mirarnos, el macho emitió algunos sonidos hacia la hembra.
-Por lo que tengo entendido, sí. Pero no se
sabe mucho aún: son una raza sumamente misteriosa. Al parecer su lenguaje es
muy complejo: muchos sonidos, mucha diversidad...
-¿Y cómo me habías dicho que se llamaban
estas criaturas, papá?
-“Humanos”, hijo. Se llaman “Humanos”.
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