CURIOSIDADES: NOCHE DE LOBOS



   Sin dudas, estas son las “curiosidades” que más me cuestan escribir. Es que este cuento es Aquiles. Respira Aquiles. Huele a Aquiles. Corre como Aquiles. Y como yo. Al momento que escribo estas líneas, hace poco más de tres meses que Aquiles dejó este plano material. Aún estoy (estamos, familia) en el proceso de adaptarnos a su nueva forma, la que habita en todos nosotros, en la alegría que nos dio, en su salvaje espíritu, en su noble corazón de perro-lobo.
  “Noche de lobos” está dedicado a Aquiles, pero no siento que sea algo mío hacia él; por el contrario, es el reflejo de todo lo que él significa para mí, llevado a una historia. Todo es injusto, Aquiles significa tanto que realmente sería imposible poner todo en un cuento. Creo que ni siquiera un libro entero de cuentos le haría justicia.
   Más allá de él mismo, “Noche de lobos” tiene un montón de inspiraciones. Desde su título, por ejemplo. Hay una película francesa, Le Pacte des loups (Pacto de Lobos), del año 2001, cuyo título me quedó dando vueltas y vueltas en la cabeza. En sí, la película no tiene mucho que ver con lobos, ni con casi nada de lo que el cuento relata, pero el título me impactó. Le di formas inconscientes muchas veces, hasta que en un momento surgió la palabra que faltaba, la fuerza que le daba su real dimensión: Noche. Esa palabra lo cambió todo. La escribí en mi cuaderno de ideas y allí durmió por mucho tiempo.
   Otra de las inspiraciones que ha tenido el cuento es sin dudas “Game of Thrones”, tanto la serie como los libros, la relación entre la familia Stark y los lobos-huargos, en especial la de Jon Snow con Ghost y la de Bran Stark con Summer, esa unión, esa conexión en la que uno no sabe dónde termina la persona y dónde empieza el animal. La persona se vuelve salvaje, el animal se humaniza. Son uno, indivisibles, inseparables, pasándose cosas. Dicen que los perros se parecen a sus amos. Yo creo que es un 50 y 50. Además, de allí salió la idea de que, aprovechando la locación casi de ensueño que es Siberia, podría mezclarse algo de mitológico en el aspecto del lobo, más grande, más fuerte, más salvaje. El aspecto del huargo es genial en ese sentido.
   También la idea de “El lobo estepario” de Hermann Hesse está presente en el cuento. No tanto el aislamiento dentro de uno mismo, sino más bien llevado a lo natural. El protagonista vive en la estepa siberiana un poco por lo que su profesión requiere de sí, y otro tanto por decisión propia de alejarse de los seres, incluso un pequeño porcentaje de algo que no entiende en sí mismo, una mezcla de soledad buscada pero sufrida, de aislamiento autoimpuesto y a la vez establecido por los otros. Muchas veces me sentí así en mi vida diaria: algo como “estoy solo porque la sociedad me expulsa, entonces decido estar sólo, yo lo hago, no ella”. Pero son ambas cosas. Y además, en este caso, realmente hay un lobo estepario. Así como también la explicación, medio biológica, medio imaginada e idealizada por mí, de que el lobo estepario vive solo porque no hay lugar para la manada, no hay sustento, entonces la naturaleza le da una fuerza en sí mismo, para contrarrestar lo que pierde por la falta de su manada. Si no soy un ser social, si no tengo una familia, amigos, compañeros, entonces me hago fuerte en mi mismo, crezco, me fortalezco, me hago único en mi soledad… uf, hay tanto de eso en mí.
   Influencia grande de “Into the wild” (película y libro), en esas aventuras viajeras de “Alexander Supertramp”, asqueado de la sociedad, en contacto con su yo interior, con el de otros seres que el camino le iba presentando de a uno o de a varios, en la naturaleza, y en ese constante mantra que al día de hoy se volvió uno también para mí: “Alaska” (podría decir “Siberia” y el resultado sería el mismo). No hay lobos en su relato (sí existe un tema musical de Eddie Veder en la banda sonora, “The wolf” así que de alguna manera, siempre hay lobos jajajaja), pero el espíritu salvaje abunda y eso vive en las historias que uno cuenta a través del filtro que otras historias le dejaron.
   Es indudable una influencia fuertísima de Jack London. “The call of the wild” es uno de mis tres libros favoritos. El cambio del perro hacia el lobo (ay por dios, recuerdo haberlo leído tirado en el piso en el garaje de mi casa, con Aquiles acostado a mi lado, su cabeza apoyada en mis piernas, yo terriblemente deprimido, él enfermo del estómago… y creo que allí se selló nuestro destino de unidad indivisible), el surgimiento de lo salvaje dentro de uno mismo, la voz de la sangre (como se suele traducir) que te llama y te muestra el camino a lo que realmente eres… También hacía poco tiempo había leído “La Quimera del Oro” esos relatos ambientados en Alaska, en esa hermana menor de Siberia, con esos cuentos de buscadores de oro, cazadores (CAZADORES), lobos, perros siberianos, trineos… ¡Madre santa, que maravilloso escritor! Eso también dio fundamento a la crueldad, a la severidad del clima, las inclemencias a las que el hombre está expuesto en ese maravilloso y voraz mundo natural, en esos extremos donde la sociedad, si existe, sólo se demuestra en apetitos bajos, primitivos y desdeñables.
   Con todo eso, y Aquiles revoloteando a mi alrededor, me largué a escribir la historia. Fue surgiendo naturalmente, sólo costó determinar que estaría contada en dos momentos, en dos temporalidades, el actual y la suma de los otros que llevaron a ese protagonista a estar en tan desesperada situación. El cambio de que quien es el principal antagonista, termina por ser un amigo, un compañero, un salvador, y uno mismo con quien lo combatiera desde un principio. Que un ser se sienta más hermanado con otro de una especie diferente que con sus mismos colegas (la diferencia entre el protagonista y los cazadores, la lucha entre el huargo y la manada de lobos). Esto último surgió casi de manera inesperada, como esas cosas que pasan cuando uno se sienta a escribir y deja que el relato tome vida propia y recorra su camino de manera natural. La hermandad entre seres no pasa por la especie. Pasa por el espíritu. Aquiles y yo lo comprendimos, y eso me hace enormemente feliz.
   Fue un encanto de experiencia ver como párrafo a párrafo, y aún respetando los lineamientos originales, la historia iba cobrando vida en sí misma, y demostrando algo que yo sabía pero que quedó aún más a mano: la experiencia conjunta, los sufrimientos compartidos (el hambre, el frío, las amenazas externas en el caso del cuento, la tristeza, la enfermedad, la incertidumbre en el caso de Aquiles y yo cuando nos refugiamos el uno en el otro en ese momento de conocimiento mutuo que tuvimos al encontramos allá por 2004), son los que te unen más que cualquier otra cosa.
   Tuve que asesorarme un poco también sobre geografía, botánica, zoología, y demás cuestiones propias del entorno en el que sucedía la acción, y espero haber sido si bien no estricto, al menos creíble. Obviamente la existencia del lobo huargo es el toque sobrenatural, pero aún así hay evidencias de lobos de tamaños increíbles que poblaron esos páramos. 
   En la descripción física del huargo podemos decir que Aquiles fue el modelo en un 100%. Siempre lo miré maravillado, lo estudié, lo memoricé para toda la posteridad, amé sus ojos celestes, la línea negra que enmarcaba sus contornos, su nariz siempre húmeda, su pelo impenetrable, sus músculos firmes, su pecho atlético, sus patas enormes y poderosas, su cola peluda tipo plumero… como verán, amor puro, del que uno sólo puede devolverle a un animal que realmente te ama como todos deberíamos hacerlo: incondicionalmente.
   Casualmente este cuento (pensado para ser reservado y publicado en un libro entero de cuentos, pero que finalmente decidí mandar a concurso), consiguió una distinción, pero tuvo que esperar más de un año en ser publicado, y demoró mucho en llegar a mi poder. Esas casualidades o no de la vida, quisieron que lo tuviera en mis manos, con su hermosa dedicatoria JUSTO UN DIA ANTES DE QUE AQUILES ENFERMARA. Sabrán disculpas las lágrimas…
   No sé si hice justicia con el relato. Quizás haya una idea algo cursi en el final, pero quería que así fuera. La unión indivisible de dos seres solitarios, que se encontraron y no se separaron ya nunca más. Llevo un tatuaje tribal de lobo en mi omóplato derecho, que para mí es Aquiles, y nadie más que él. Lo llevo realmente conmigo a todos lados. Pero aún así creo que eso no expresa lo mucho que realmente lo porto conmigo. Su vida me transformo… “Vida, tu vida transformó la mía, y eso es verdad” canta Fito Paez. En este caso es real, completamente. Su salvajismo, tierno y cálido, me hizo un ser más consciente, me hizo más agradecido, y me hizo comprender que la pureza es bruta, tosca, hasta torpe, pero fuertísima e indestructible. No tuvimos nunca una relación de hombre-perro, ni de amo-mascota. Aquiles era y es y será mi hermano, pero de verdad. Me cuesta decirle mi perro… no, es injusto. Aquiles es mi hermano. Mi hermano lobo. Mi hermano lobo divino.-

ALEJANDRO LAMELA.-