Curiosidades: La Luz


Este cuento es uno de los ejemplos más claros de que la inspiración y creatividad llegan de las formas más inesperadas y en los lugares más mundanos. Iba camino a mi casa en mi auto, pensando en llegar y escribir otro cuento (que también ha sido publicado, lo cual me da la pauta de que ese día había que aprovecharlo), y mientras esperaba que pasara el tren por el paso a nivel, comencé a pensar en la vida y la muerte. En el sentirse de este lado, o del otro. En la gente que se suicida. En la gente que busca llegar al cielo antes que disfrutar de la tierra. En lo raro de que algo tan onírico, realmente llevado a los hechos sea una cuestión tan cruda y brusca. Brusca, como el paso de un tren. Así, prepotente, imparable, ruidoso, cruel. Pensé que el contraste era ideal para contar una historia que a la vez fundiera factores tan diversos, realidades opuestas que terminan siendo una sola e indivisible. Y pensé en las vías, como si fueran un túnel. Y en la luz del tren viniendo, como si fuera aquella “visión” tan comentada porque los que han “ido y vuelto” (sea lo que sea que ese termino signifique). Y la religiosidad. Y la realidad. El choque entre ambas. Las similitudes entre ambas. Los remordimientos que desaparecen. Las culpas inútiles. Los pecados que nunca fueron tales. El sentir que en ese momento, lo superfluo se desvanece, y no hay intermediarios. Sólo nosotros y Dios. O la eternidad. O la muerte. O la energía. O la nada misma. Como sea, ahí estamos, solos, pero con la carga de todos aquellos que pasaron por nuestras vidas en nosotros. Todos somos uno. Y así avanzamos por este camino. A la espera de lo desconocido. O de lo que siempre supimos, pero no quisimos reconocer.

La Luz




  Puedo verla. La siento en lo profundo de mis pupilas. Me rodea. Me envuelve. Me llama.
   La Luz.
   Camino hacia ella. En verdad no tengo real noción de porqué lo hago. Supongo que simplemente es porque así debe ser. Demasiado tiempo he desperdiciado a lo largo de mi vida en razonamientos estériles, dudas inocuas y culpas inútiles, como para en este momento (justo en este momento) continuar con ese estúpido camino.
   No. El camino que recorro ahora es muy diferente a ese. Este es más real, y a la vez, semejante a un sueño.
   Es extraño este camino. Siento escalones debajo de mis pies, y sin embargo se trata de  una senda horizontal. Pareciera una ruta perfectamente delimitada, una que guía mis pasos con pequeños golpecitos en los costados de mis empeines. Y al mismo tiempo es como un túnel oscuro y opresivo en el que sólo se distingue el final.
   La nada más absoluta acecha a los lados. Ni siquiera intento mirar, porque sé que sólo encontraré tinieblas y sombras. Siento que si me desvío un solo centímetro de esta ruta, perderé la completa noción sobre qué fue lo que me trajo hasta aquí, y el camino desaparecerá para siempre. Y entonces, me veré obligado a tomar otro, uno mas cruel, más doloroso, más despiadado.
   No quiero. Prefiero seguir en este. Esa luz es demasiado brillante como para no buscarla.
   Casi tropiezo. Debe ser un castigo por mis dudas. Ya no dudaré.
   Sigo avanzando, y percibo algunos murmullos a mi alrededor. Son como recuerdos de viejos sonidos, perdidos en el tiempo, intentando hacerme llegar un último llamado.
   Los oigo.
   Un agudo campaneo sin fin a mis espaldas, desde donde vengo.
   Un grave y ceremonial toque de trompetas al frente, hacia donde voy.
   No me importan. Sólo veo La Luz, y su infinita omnipotencia me absorbe y evapora toda distracción de mí.
   He superado otra prueba.
   Siento una gran paz, un alivio, un descanso absoluto. Aunque también, curiosidad. Por lo que viene. El gran enigma que descubriré. Lo que me elevaré por sobre el resto.
   Infelices.
   Ahora sí, me siento confiado de estar en el lugar correcto.
   Hay una presencia allí adelante. Estoy seguro. Una presencia elemental sin la cual nada de esto tendría sentido.
   Me llama, gime, ruge, ruega por mí.
   Le daré la satisfacción de encontrarnos. Sólo es cuestión de tiempo. Todo se reduce a  la simple paciencia, aquella que tantas veces me hizo falta a mí.
   Está muy próxima. Ahora todo se fusiona, se funde en un perfecto momento. La unión de los anhelos y el destino. Lo que siempre perturbó mi ser, ahora se comprende claramente. Cristalino. Sólo perdí tiempo deseando lo inevitable.
   Ya no importa.
   Ya no.
   Sólo importa La Luz.
   Está cerca. Lo siento. Ahí viene.
   Está aquí. Frente a mis ojos.
   El Tren.                                                                             

                                                                                    ALEJANDRO LAMELA.-