Curiosidades:

Camino al Matadero

   En repetidas ocasiones he visto desde el automóvil o el colectivo a los camiones que trasladan vacas hacia el matadero (si es que siempre van hacia ese lugar, cosa por demás razonable), y nunca pude dejar de mirarlas con una mezcla de admiración e infinita tristeza. Entiendo que somos seres que se alimentan de otros seres, y que los argentinos somos particularmente “carnívoros”; pero aún así siempre me genera una gran congoja verlas en esa situación, empujándose, encimándose, golpeando con sus cuerpos los costados del camión y a sus pares, en un verdadero camino al infierno. Es terrible, es degradante y me pone mal. No soy vegetariano, me encantaría serlo pero en parte por una condición médica cercana a la anemia, y en parte porque debo reconocer con gran culpa que me gusta la carne, no he tenido aún los bríos para llevar adelante la decisión. Tal vez algún día pueda hacerlo y sentir que al menos, he logrado evolucionar en ese aspecto. Por el momento, siempre que me cruzo con uno de esos camiones me sale naturalmente una de esas oraciones silenciosas, del tipo plegaria y pido “que Dios se apiade de Uds.” aunque inmediatamente pienso que es un error, y que debería pedir “que Dios se apiade de nosotros por lo que les hacemos a esas criaturas”. Y de tantas veces que he visto esas imágenes, sentí que debía volcarlo al texto. Pero no como una simple muestra de condescendencia, sino como un mea culpa y como una exaltación del altruismo, la resignación estoica y la paciencia infinita de la vaca con respecto a nuestro egoísmo humanista, nuestro desenfreno consumista y nuestra aceleración estéril. Ese contraste es lo que quise demostrar y a través del cuento (de alguna manera, digamos, “justa”), poner las cosas en su sitio; sobre quién está errado y quién aún percibe la infinita sabiduría de la naturaleza. Rescatar el valor del instinto por encima de la sobredimensionada “inteligencia”. Y qué mejor manera de hacerlo que a través de los ojos más inocentes que puede haber: los de un niño. Tal vez todos debiéramos intentar recuperar esa pureza al pensar en las acciones que llevamos adelante y cuestionarnos realmente porqué las realizamos.
   Este cuento fue presentado en el  III Certamen Nacional de Jóvenes Escritores de Ediciones Mis Escritos y logró el 1º Premio, lo cual me dio el derecho de publicación de mi segundo libro “Bajo los Abismos de la Locura, cuentos ausentes” de reciente aparición. Tal vez, justamente tenga sentido, el haber puesto una nota de atención sobre la locura diaria que cometemos contra otros seres. Quizás algún día recuperemos la cordura que alguna vez supimos tener, y dejemos de martirizar a otros seres. Mientras tanto, ellos siguen esperando silenciosamente nuestro respeto y clemencia.-

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